Las palabras deben ser más importantes que las armas, dice el técnico argentino, que peleó en Islas Malvinas

SÃO PAULO, SP (FOLHAPRESS) – Mientras se acercaba a la barrera que levantaban los británicos en Puerto Argentino, un joven de 19 años llamado Omar De Felippe lloraba.

Era una mezcla de ira e indignación. ¿Habían pasado él y otros compañeros por tanto sufrimiento, tanto sufrido por ello? Debido al protocolo de rendición, todos los soldados tuvieron que entregar sus armas. De Felippe decidió que no haría eso. Se quitó la ametralladora que llevaba y la arrojó a un lago local. Cuando llegó al puesto establecido por los británicos, estaba desarmado.

“Fue un viaje de cinco o seis kilómetros. En un tiempo así tienes muchas sensaciones. [no lago] tenía algo que ver con nuestra rebelión y todo lo que estaba pasando. Después de sufrir tanto por el frío y el hambre, todo lo que hicimos terminó en nada. Todavía estamos orgullosos”, dice a Folha de S.Paulo.

Puerto Argentino es el nombre sudamericano de lo que los británicos llaman Stanley, la capital de las Fauklands. Los argentinos las llaman Islas Malvinas. Este sábado (2) marca el 40 aniversario del inicio del conflicto entre los dos países por el archipiélago en el Atlántico Sur.

“Soy Omar De Felippe, veterano de guerra y entrenador de fútbol”, se nombra en ese orden al exjugador convertido en entrenador de 59 años.

Esta es la época del año cuando los recuerdos son más vívidos. El asombro cuando recibió el telegrama, aunque no extrañó que lo llamaran al Regimiento de Infantería 3 en La Tablada. El viaje del 9 de abril a las Islas Malvinas. Llega 24 horas después. Los días fríos y la falta de alimentos obligaron al otro regimiento a ir en busca de animales para matar para alimentarse.

El regreso y el temor de cómo sería recibido tras la rendición argentina. Amas de casa que salían a la calle a solicitar algún recuerdo de la guerra para guardarlo como recuerdo.

Sentado en la acera con una lata del gobierno (que creía en la duración del conflicto), abriéndola con la punta de una bayoneta y comiendo sin cuchillo y tenedor. Solo con tus manos.

Este año, sus recuerdos se mezclan con las imágenes de la guerra de Ucrania que ve en la televisión.

“Es una locura. La Guerra de las Malvinas fue diferente porque siempre se respetó a los civiles. [na Ucrânia] los civiles están en medio del conflicto y el sufrimiento, y es triste ver lo que sufren las mujeres y los niños. Es un gran dolor ver los rostros de los niños, la cantidad de personas que se ven obligadas a abandonar su país y que sufren sin comida, sin lugar para dormir, sin futuro. Espero que esto pueda terminar rápido y que las palabras importen más que las armas. Para eso está la política y falla”, protestó.

El conflicto en las Islas Malvinas duró dos meses. El general Leopoldo Galtieri, presidente de Argentina en ese momento, apostó a que el país invadiría las islas y que los británicos no se molestarían en intentar retomarlas. Sería una victoria militar que también tendría implicaciones políticas para la nación sudamericana atrapada en una crisis económica.

Casi funcionó. Los ayudantes de la primera ministra Margaret Thatcher le aconsejaron que abandonara el asunto. Ella rechazó la propuesta y decidió responder. Los territorios siguen siendo británicos hoy. Hubo 649 muertos del lado sudamericano y la frase “Las Islas Malvinas son argentinas” entró en el subconsciente de la población.

“Esta es una fecha muy especial. Tiene muchos significados relacionados con la convivencia en las islas, con las luchas, la reinserción en la sociedad y la convivencia en una situación pacífica. Hoy podemos decir eso y siempre he tratado de no olvidar a los verdaderos héroes que aún están en las Islas Malvinas”, agregó en referencia a los muertos.

Estuvo varios años sin querer contar su historia. Recuerda que su madre nunca quiso saber lo que vivió durante la guerra. Pero sus compañeros de Huracán, el club en el que se había hecho profesional, sí. Al contarles lo que había vivido, Omar De Felippe empezó a exorcizar los ánimos y logró seguir adelante con su vida futbolística.

Hizo carrera como defensa en equipos pequeños tras dejar Huracán en 1985. Jugó en Arsenal, Once Caldas (COL), Villa Mitre y Olimpo. Se destacó como entrenador. Comandó equipos importantes del país como Independiente, Vélez Sarsfield y Newell’s Old Boys.

De Felippe también se convirtió en una figura respetada por todos los aficionados. Casi nunca es abucheado por sus oponentes. Su condición de veterano de guerra lo coloca en un nivel diferente al de sus compañeros profesionales. Es atendido en hoteles por hinchas de otros equipos que también han estado en Malvinas y comparten experiencias.

Recibe una invitación para visitar los memoriales dedicados al conflicto y siempre asiste. Para él, eso es lo mejor que le ha dado el fútbol.

“Es lindo recibir ese cariño y entender que más allá de la rivalidad futbolística hay mucho respeto. Eso es algo que llevo dentro de mí. Realmente aprecio el respeto que la gente me muestra y lo devuelvo”, dice.

Es un respeto que se extiende a Brasil, un país que recientemente ha visto una ola de contratación de entrenadores argentinos. Un movimiento que ha despertado la curiosidad y el interés de De Felippe porque… quién sabe, ¿quizás haya una oportunidad?

“No tenemos que separarnos [brasileiros e argentinos] porque somos hermanos. Por supuesto, no se puede pasar por alto el poder económico del fútbol brasileño y el nivel de los jugadores. El entrenador siempre sueña con esta posibilidad, pero tiene que estar preparado. Si te vas a otro país, tienes que dejar paso al siguiente”, receta.

Cuatro décadas después del final del conflicto, sigue siendo así. Las islas están bajo control británico y Argentina reclama los derechos sobre ellas. De Felipe está de acuerdo en que su país tome posesión de las Islas Malvinas pero exige que esto se haga por la vía diplomática. Sin conflictos armados. Y exige que lo mismo se aplique a las relaciones entre Rusia y Ucrania.

“Debemos seguir insistiendo en caminos pacíficos, siempre teniendo en cuenta que una vida es más importante que cualquier problema. Argentina debe insistir y esperar que eventualmente el lado diplomático triunfe sobre la guerra”, concluye.

Federico Avila

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