La inflación lleva a los argentinos a ir a los basureros a buscar comida | Mundo

Allí, el número de recolectores pasó de 63 a 206, según Pedro Vargas, director municipal de residuos. Para él, el aumento -casi tres veces lo que era antes de la pandemia- estuvo impulsado por el nuevo coronavirus y la pérdida de poder adquisitivo.

“Los residuos son algo que nunca se deja de producir, por eso siempre hay trabajo. Estamos luchando para que mejoren las condiciones para que todos, cooperativos o no, tengan seguridad”, subrayó.

Flávia y otro grupo de argentinos que sufren la inflación y la especulación inmobiliaria se reúnen todos los martes en la sede del Movimento de Ocupantes e Inquilinos (MOI), una organización de personas sin hogar de Buenos Aires.

Sueñan con mejores condiciones de vida. Flávia quiere volver a la capital con la ayuda del proyecto Casa Transitória, donde parte del alquiler es pagado por el movimiento. “Antes me tomaba 30 minutos llegar a mi trabajo, ahora son 2 horas. Mis hijos cambiaron de escuela y nuestra vida se ha deteriorado”.

La mayoría de las personas entrevistadas en el informe trabajan en el relleno sanitario de Luján desde que eran niños, traídos por sus padres. Esta es la realidad de Pablo, de 24 años, que lleva en el basurero desde los 8 años. Con la ayuda de su caballo, que transporta el material recolectado, el joven puede ganar hasta 9.000 pesos (R$ 165) en un viaje de ocho horas. “Con inflación o sin inflación, debemos comer”.

TRABAJO

Pablo prefiere vender el material recolectado a un centro de reciclaje. “Usted paga en el acto. Yo gano por día. Lo prefiero así”. Otra opción es vendérselo a la Cooperativa Céu Aberto, que se dedica a la revitalización del vertedero y paga el doble por kilo de material, pero mensualmente y por transferencia bancaria.

Muchos argentinos se alejan de los pagos bancarios porque temen que el dinero desaparezca con los impuestos y la devaluación del peso, explicó Vargas.

Según los recicladores de Luján, los metales y las botellas de plástico son los materiales más beneficiosos, mientras que el vidrio y el cartón son los menos valiosos. No hubo depósito de materiales orgánicos en el vertedero visitado por el informe.

Hombres y jóvenes son la mayoría de las personas en el relleno sanitario de Luján. Joana Henrique, de 24 años, era la única mujer que trabajaba a mediados de octubre. A los 14 años comenzó a trabajar en el vertedero, llevada por su padre, quien aún hoy trabaja allí. Sin embargo, hace dos años, la joven decidió unirse a una cooperativa, lo que, según dice, ha mejorado su vida.

INFLACIÓN

“Ahora trabajo con ropa y equipo para estar más seguro. Está mucho mejor”. Al ser consultada sobre cómo la inflación afectó su vida, la joven no pensó mucho: “La situación está difícil, no sé si más que antes. Pero tenemos que seguir adelante”.

Sin los guantes que usan la mayoría de los recicladores, son los ojos de Claudia, de 62 años, buscando en medio del vertedero de Luján. Su cuerpo delgado y pequeño, caminando de un lado a otro en compañía de su hijo, quiere encontrar “plantones de tomate” para su huerta. Siempre ha sido señora de la limpieza, pero no puede trabajar por motivos de salud y dice que no recibe ninguna pensión ni apoyo estatal. Vive con dos hijos y gracias a Dios que él no paga renta.

“No venimos aquí a menudo, no. Es la primera vez. Nunca vendremos aquí”, explicó. Mientras su hijo se alejaba, Claudia comenzó a conversar con más desinhibición. “Ni siquiera debería estar aquí, tengo una enfermedad autoinmune”, dice, tosiendo, refiriéndose a las condiciones insalubres. “He perdido mucho. Pero, ¿qué hacemos ahora?”

La población indigente en Argentina pasó de 8,2% a 8,8% en el primer semestre del año, equivalente a 2,6 millones de personas, según datos del Indec (Instituto Nacional de Estadística y Censos). Los necesitados son aquellos que no tienen acceso a comidas básicas de proteínas y energía.

Según la encuesta, el número de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza se ha reducido al 36,5 % en comparación con el segundo semestre de 2021, cuando la tasa era del 37,2 %. A pesar del aumento de la necesidad, la tasa de pobreza ha caído desde 2020, cuando alcanzó el 42%.

NIÑOS

El punto más frágil de esta realidad es la pobreza entre los niños y jóvenes hasta los 14 años, un total de 5,5 millones, cifra que según datos de la ONU supone casi el 60% de la población en este grupo de edad. Actualmente, para que una familia en Buenos Aires sea considerada de clase media, los ingresos deben superar los 160.000 pesos (R$ 3.000).

A menudo se escucha en las calles de Buenos Aires que la población se ha acostumbrado a la inflación. Un diagnóstico que provoca risa y desánimo al mismo tiempo. Algunos sectores de la economía, como el turismo, han crecido en 2022.

Según el Indec, aunque el número de ocupados ha ascendido a 12,6 millones y la tasa de desempleo es del 7%, la mayoría de los puestos de trabajo no están registrados. La informalidad es una realidad en Argentina y los salarios en este sector de la economía no están a la altura de la inflación actual.

En la capital, la ciudad más rica del país, los cafés, bares y restaurantes están abarrotados. “Lo que explica esta contradicción es la desigualdad social”, dice el director de la Sociedad Económica de América Latina y el Caribe, Júlio Gambina.

El país también sufre los efectos de las políticas cambiarias, dados los constantes ciclos inflacionarios de los últimos 30 años. Hoy el dólar paralelo vale casi el doble que el oficial. Para preservar las reservas del país y ser más competitivo frente al dólar informal, el gobierno creó 15 cotizaciones diferentes para la moneda estadounidense y en agosto anunció un paquete de ajustes fiscales en sectores como energía, transporte, construcción e incluso educación.

Jacinta Rangel

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