“¿Tienes cojones para tirarme, pendejo?”. Como en aquella famosa noche ante Atlético Tucumán en la que se la pasó al traste y le dio un manotazo injustificado a Andrés Herrera, esta vez quien sufrió la desproporcionada reacción del deté fue Nicolás Lamolina. , que efectivamente echó a patadas a un Marcelo Gallardo tan enfurecido como desconocido.
River no es River y, por tanto, Gallardo deja de ser Gallardo. Es un error interpretar el reprobable exceso del Muñeco como un reproche a los cinco minutos de añadido o a la inexplicable roja a Aliendro. Quizás tales acciones actuaron como catalizador de un enfado que ya se había dejado sentir en pleno juego. En el primer tiempo, cuando gritó enfáticamente a los integrantes del medio que se organizaran en pleno desorden táctico, pero sobre todo cuando decidió sentarse. casi resignado, esperando el medio tiempo. Y precisamente en ese parón, cuando él, en busca de una reacción colectiva, cambió al 40% de sus jugadores de campo: cuatro cambios pensaban hacer mucho pero en realidad resolvían poco. Porque Gallardo, el enojado, el que bufaba, el El que volvió a optar por irse sin hablar -ya había sucedido tras la derrota ante Huracán- es el mismo que tras la caída en la serie ante Vélez habló de una necesidad espiritual de refundar su River. Y luego, la lógica frustración, compatible con un ciclo de ocho años que atraviesa una etapa sensible, de desconocimiento, demacrado de ideas y de fútbol, pero sobre todo con una ausencia total de vigor, de músculo y -por momentos- de concepto de Juego. Si Gallardo cabrea en modo matón es porque está sumergido en la misma lógica de un River desfigurado. Que apenas armó un par de jugadas con cierto identikit del sello MG y que hicieron brillar a Ruso Rodríguez. Aunque no más.
Y por eso, quizás, volvió a elegir el camino del silencio. Para evitar explicar lo que fue elocuente: de nuevo un River sin rasgos visibles de lo que quiere y superado ante un ordenado y lúcido Godoy Cruz para capitalizar las posibilidades que tenía a su favor. Como contra Vélez, en Liniers, o contra Huracán. Algo que sabe es necesario recuperar para que la enésima reinvención -¿la última?- se materialice. Porque la clasificación a la Libertadores está en peligro. Porque se acerca la Copa Argentina. Pero sobre todo porque River necesita volver a hablar en la cancha.
“Reader friendly. Unable to write with boxing gloves on. Lifelong beer guru. General TV fanatic. Award-winning organizer.”