El presidente argentino, Alberto Fernández, durante una ceremonia de colocación de una ofrenda floral en el mausoleo de Mao Zedong en Beijing, China, el 5 de febrero de 2022. /VCG
El presidente argentino, Alberto Fernández, durante una ceremonia de colocación de una ofrenda floral en el mausoleo de Mao Zedong en Beijing, China, el 5 de febrero de 2022. /VCG
Nota del editor: Elias Jabbour es profesor de la Facultad de Economía de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. El artículo refleja la opinión del autor y no refleja necesariamente los puntos de vista de CGTN.
Argentina es un gran país sudamericano que fue una de las cinco economías más grandes del mundo a fines del siglo XIX. Uno de los pueblos más cultos del mundo, gran parte de su población tiene una forma feroz de luchar y pensar sobre su país. De la República Argentina nació un concepto político tan interesante como estratégico: el “nacionalismo popular”.
Este concepto surgió de un llamado peronismo, en alusión al líder nacionalista argentino Juan Domingo Perón, y toma más contornos con la primera ola de gobiernos populares en América Latina, que comenzó con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, Lula da Silva en Brasil y Néstor y Cristina Kirchner en Argentina. Este signo político vuelve al centro de la política argentina con la elección del peronista Alberto Fernández para dirigir la nación argentina.
Pero el caso es que Argentina también es un país caracterizado por la falta de orientación. Cuando Brasil se convirtió en una potencia industrial en cinco décadas (1930-1980), Argentina vio cada vez más amenazada su posición en la división internacional del trabajo. El proceso de industrialización por sustitución de importaciones, que fue muy fuerte en Brasil y México, no tuvo la misma profundidad en Argentina. La dependencia externa, principalmente de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), vio al país pasar de una dictadura militar (1976-1983) a un neoliberalismo brutal durante el gobierno de Menem (1989-1999).
Además de neoliberal, el gobierno argentino se ha convertido en un aliado incondicional de Estados Unidos en la región. Luego de sucesivas crisis económicas a principios de la década de 2000, Néstor Kirchner llegó al poder en 2003 con un audaz programa para reafirmar la soberanía nacional en todos los aspectos. De la economía a la política. Junto a Brasil, se sacudió el yugo del FMI y, junto a otros países de la región, comenzó a construir el embrión de una verdadera integración latinoamericana.
La polarización política y una ola conservadora en la región llevaron a Mauricio Macri a la presidencia de la nación en 2015. Regresó violentamente al neoliberalismo desenfrenado, las políticas antisociales y la fuerte dependencia del FMI. El resultado fue una derrota electoral y una herencia de $40 mil millones en deuda externa. En resumen, Argentina volvió al mapa del hambre con Macri, viendo su futuro amenazado por una inmensa deuda externa.
Sin embargo, las últimas semanas han sintetizado lo que yo calificaría como “una remontada argentina”. Esto significa que el país no solo pudo asegurar un acuerdo de reestructuración de deuda con el FMI, sino que este gran país también se convirtió en parte de la iniciativa Belt and Road. Cabe señalar que las buenas relaciones con China, a diferencia de Brasil, es una política de Estado argentina que el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) no quiso frenar ni enfriar. Es importante señalar esta inteligencia estratégica de la política exterior argentina, un legado positivo del legado de Juan Domingo Perón.
El presidente Alberto Fernández muestra el certificado de nombramiento como profesor honorario de la Universidad de Tsinghua, Beijing, China, 4 de febrero de 2022. /VCG
El presidente Alberto Fernández muestra el certificado de nombramiento como profesor honorario de la Universidad de Tsinghua, Beijing, China, 4 de febrero de 2022. /VCG
Alberto Fernández asistió a la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno, donde sostuvo un amistoso encuentro bilateral con Xi Jinping, en el que selló su compromiso con la Iniciativa de la Franja y la Ruta y expresó su apoyo a la soberanía de las Islas Malvinas. Se ha firmado un acuerdo amplio e integral que cubre la financiación de infraestructura china durante los próximos cinco años por una suma de 23.500 millones de dólares, incluida la construcción de la central nuclear Atucha III.
Hay muchas áreas de cooperación estratégica, incluido algo sin precedentes según los estándares de las relaciones internacionales: un acuerdo de divisas entre los dos países. Esto significa que existe una alta probabilidad de que Argentina comience a superar su problema crónico de vulnerabilidad externa. Por otro lado, la intención estratégica de Argentina con estos acuerdos sería ampliar las oportunidades de industrialización del país y revertir su posición en la división internacional del trabajo.
Políticamente, los dos países tienen posiciones similares en la arena internacional, elevando la relación entre ellos al nivel de una asociación estratégica. La solidaridad internacional china no tardó mucho en manifestarse. Ante una provocación de la canciller británica Liz Truss, quien reafirmó una posición colonialista, arrogante y trasnochada, y una provocación del gobierno chino sobre la supuesta soberanía británica sobre las Islas Malvinas, el periodista chino Chen Weihua fue muy astuto al demostrar que la Reino Unido, además de violar sistemáticamente la soberanía china en el Mar de China Meridional, nunca ha enviado una flota a las Islas Malvinas, que erróneamente denominan los británicos.
El estado actual de las relaciones entre los dos países significa que hay luz al final del túnel para toda América Latina y el Caribe. También representa un gran impulso para la República Argentina.
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