Para la mayoría de los argentinos, Javier Milei es sinónimo de caos e inestabilidad. De ahí la ventaja que obtuvo Sergio Massa en la primera vuelta de las votaciones. Aunque el radicalismo salvaje de Milei pueda conmover a quienes creen que el país necesita un shock profundo para salir de la crisis, ésta no es la opinión de la mayoría de la población.

Según una encuesta del 26 de octubre publicada por la consultora Analogías, el 52% de los argentinos apoya la formación de un gobierno de unidad nacional como respuesta a la crisis, mientras que sólo el 23% no está de acuerdo.

Massa ya ha señalado que no seguirá un plan kirchnerista y formará un gobierno de unidad nacional.

Sin embargo, Milei y sus partidarios Mauricio Macri y Patricia Bullrich están más preocupados por destruir a la oposición. Bullrich ya dejó clara su intención de “acabar de una vez por todas con el kirchnerismo”. A su juicio, el kirchnerismo es “una ideología que ha destruido a la Argentina”.

Tal es la hostilidad que una de sus propuestas de campaña fue nombrar a una prisión de alta seguridad “Cristina Fernández de Kirchner”.

Es sabido que la terapia económica propuesta por Milei, basada en la dolarización de la economía, es vista con gran recelo por varios economistas nacionales y extranjeros. Sin embargo, esto no impidió que Macri y Bullrich optaran irresponsablemente por apoyar al candidato de ultraderecha en la segunda vuelta.

En Brasil, el presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto, ideológicamente cercano a Macri y Bullrich, dijo en agosto que la dolarización de la economía sería difícil de implementar.

A diferencia de otros países que han decidido abolir sus monedas nacionales, Argentina es un país grande, diverso y complejo y las consecuencias podrían ser catastróficas. Además, según Campos Neto, Argentina no tiene suficientes reservas de divisas para llevar a cabo la transición.

Milei es consciente del problema y defiende la supresión del banco central para aumentar las reservas del dólar argentino.

Se planean recortes drásticos en las inversiones sociales para estabilizar la economía. Por ejemplo, la educación básica dejaría de ser obligatoria y sería gratuita. En el sector salud se aboga por que usuarios y médicos acuerden el nivel de remuneración de los servicios médicos.

Cualquier programa de estabilización económica requiere el apoyo y la cooperación de la población para tener éxito. En el caso de Argentina, no hace falta mucha imaginación para imaginar el nivel de resistencia y caos que seguirá al intento de implementar medidas ultraliberales en el país.

Patricia Bullrich, quien fue ministra de Trabajo en el gobierno neoliberal de Fernando de la Rúa, debe recordar bien el año 2001, cuando los argentinos salieron masivamente a las calles gritando “Que se vayan todos”.

Las consecuencias de las privatizaciones, los despidos masivos, las deudas con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y la confiscación de bancos, conocida como corralito, dejaron a la gente sin salida.

Diariamente se producían saqueos de supermercados y tiendas locales y las huelgas eran algo común. La magnitud de las protestas hizo inevitable la dimisión de De la Rúa, que huyó de la Casa Rosada en helicóptero.

Los argentinos que vivieron el año 2001 saben que una crisis siempre puede empeorar y empeorar. Por eso sienten que Javier Milei está coqueteando peligrosamente con la destrucción de Argentina.

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