Buenos Aires, Argentina –
Cuando el economista de derecha Javier Milei asumió la presidencia de Argentina el domingo, la nación se pregunta qué versión de él gobernará: el cruzado antisistema de la campaña electoral que empuña una motosierra o el presidente electo más moderado que ha surgido en las últimas semanas. .
Milei, de 53 años, se hizo famosa en la televisión con vulgares diatribas contra lo que llamó la casta política. Aprovechó su popularidad para conseguir un escaño en el Congreso y, con la misma rapidez, una candidatura presidencial. La sorprendente victoria del autodenominado “anarcocapitalista” en las primarias de agosto provocó conmociones en todo el panorama político y trastocó la carrera.
Los argentinos estaban desilusionados con el status quo económico (inflación de tres dígitos, cuatro de cada 10 personas en la pobreza, una moneda en caída) y se mostraron receptivos a las ideas extravagantes de un extraño para solucionar sus problemas y transformar la nación. Ganó claramente la segunda vuelta de las elecciones del 19 de noviembre, haciendo huir a la fuerza política peronista que había dominado Argentina durante décadas.
La mañana del domingo, Milei prestó juramento en el edificio del Congreso Nacional y el presidente saliente, Alberto Fernández, le colocó la banda presidencial. Algunos de los parlamentarios reunidos gritaron “¡Libertad!”
Como candidato, Milei prometió librar al establishment político de la corrupción, eliminar el banco central, al que acusó de imprimir dinero y alimentar la inflación, y reemplazar el peso, que se deprecia rápidamente, por el dólar estadounidense.
Pero después de ganar, nombró a Luis Caputo, ex presidente del banco central, como su secretario de economía y uno de los aliados de Caputo para dirigir el banco, pareciendo haber dejado en suspenso sus tan promocionados planes de dolarización.
Milei se había presentado a sí mismo como un guerrero dispuesto contra la expansión del socialismo global, similar al expresidente estadounidense Donald Trump, a quien admira abiertamente. Pero cuando Milei viajó a Estados Unidos la semana pasada, no visitó Mar-a-Lago; más bien almorzó con otro exlíder estadounidense, Bill Clinton.
También envió a un diplomático con un historial de trabajo en negociaciones climáticas a la actual conferencia COP28 en Dubai, informó el periódico argentino La Nación, a pesar de que ha rechazado firmemente la participación de la humanidad en el calentamiento global. Y dio marcha atrás en sus planes de abolir el Ministerio de Salud del país.
Su moderación podría deberse al pragmatismo, dada la magnitud del inmenso desafío que tiene por delante, su inexperiencia política y la necesidad de forjar alianzas con otros partidos para implementar su agenda en el Congreso, donde su partido está empatado en número de escaños. tercer lugar.
Eligió a Patricia Bullrich, una política de larga data y oponente de primera vuelta de la coalición con la segunda mayor cantidad de escaños, como su ministra de Seguridad y su vicepresidente, Luis Petri, como su ministro de Defensa.
Sin embargo, hay señales de que Milei no ha renunciado a su resistencia ni a sus planes radicales de desmantelar el Estado.
Después de prestar juramento, quiere romper con la tradición y pronunciar su discurso inaugural no ante los diputados reunidos, sino ante sus seguidores, que se han reunido frente al edificio del Congreso Nacional, de espaldas a la legislatura.
Se espera que se refiera a las dificultades económicas que hereda del presidente saliente Alberto Fernández y anuncie sus primeras acciones ejecutivas, incluido un recorte drástico del gasto público.
Argentina tiene un enorme déficit presupuestario, un déficit comercial de 43.000 millones de dólares y una enorme deuda de 45.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, de los cuales 10.600 millones de dólares se deben a acreedores multilaterales y privados en abril.
“No hay dinero”, es el estribillo común de Milei.
Ya ha anunciado que recortará varios ministerios, incluidos los de Cultura, Medio Ambiente, Mujer y Ciencia y Tecnología. Quiere fusionar los ministerios de desarrollo social, trabajo y educación en un solo ministerio de capital humano.
Sin embargo, es probable que Milei enfrente una dura resistencia de los legisladores del movimiento peronista y de los sindicatos que controla, cuyos miembros han dicho que se niegan a renunciar a sus salarios.
Después de su discurso inaugural, Milei planea conducir hasta el palacio presidencial en un convertible y luego reunirse con dignatarios extranjeros.
Entre ellos estarán destacadas figuras de extrema derecha: el primer ministro húngaro, Viktor Orban; el líder del partido español Vox, Santiago Abascal; el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro y legisladores aliados con Bolsonaro, incluido su hijo.
Milei supuestamente envió una carta invitando al actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, después de que éste llamara al izquierdista “obviamente” corrupto en una entrevista televisiva el mes pasado y afirmara que los dos no se reunirían si él llegara a ser presidente.
Lula envió a su ministro de Asuntos Exteriores a la toma de posesión de Milei.
También se espera la llegada del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, que visita América Latina por primera vez desde la invasión rusa a su país en febrero de 2022.
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Biller informó desde Río de Janeiro
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