La tercera edición de la feria multicultural Refúgio em Foco de Immigrantes Social Entrepreneurs de este año tuvo lugar este miércoles (26) en el patio del Centro Administrativo de São Sebastião, sede del Ayuntamiento de Río de Janeiro, en Cidade Nova, en el centro de la capital de Río de Janeiro.
Fueron 20 carpas con empresarios de diferentes nacionalidades. Los expositores provienen de países africanos y latinoamericanos como Angola, Argentina, Chile, Colombia, Congo, Cuba, Senegal, Perú y Venezuela.
Entre los productos que se ofrecieron se encontraban prendas con estampados exclusivos, artículos de decoración, carteras, carteras y piezas hechas a mano como bisutería trenzada, acero, piedras naturales y macramé.
Otro destaque del evento fue la gastronomía, con botanas, antojitos, postres y platos típicos como empanadas y alfajores argentinos, mariscos a la congoleña, hot dogs a la venezolana que pueden contener pollo o carne.
Uno de los coordinadores de la feria, auspiciada por la Secretaría Municipal Especial para la Ciudadanía, Edu Nascimento, dijo que la intención es ampliar el evento a por lo menos dos veces al mes: una en la sede de la Alcaldía de Río y otra en otra parte de la ciudad.
“Estamos desarrollando inclusión productiva en alianza con Sebrae [Serviço Brasileiro de Apoio à Micro e Pequena Empresa] formar a este público para el emprendimiento. Estamos en conversaciones con ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, para impulsar a los refugiados emprendedores a través del comercio electrónico”, dijo.
Según Nascimento, también buscan socios para microcrédito. “Es un emprendimiento social y un paquete comercial popular. La idea es generar ingresos y mostrar la cultura de los países. Es importante llevar este espacio de integración a la diáspora contemporánea”.
El senegalés Ibrahime Sow, de 36 años, vive desde hace once años en Brasil en busca de mejores condiciones de vida para su familia. Formado como electricista, dejó su país rumbo a Guinea Ecuatorial, donde trabajó durante tres años. Solo más tarde decidió venir a Brasil, donde realizó cursos técnicos en el Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial (Senai) de su región y trabajó como electricista durante tres años. Con la llegada de su esposa, decidieron dedicarse a la venta de ropa y artesanías de su país de origen.
Al principio fue difícil aprender portugués porque el idioma oficial de Senegal es el francés. Aprendió diariamente de la convivencia con brasileños. “Al principio no fue fácil porque es un país con costumbres diferentes, pero luego me adapté. Y tengo la intención de regresar a mi país cuando me jubile”.
Seis años en Brasil, la colombiana Margarita Campo, de 41 años, abandonó su país por la situación económica. “Primero fui a Tabatinga, luego por Manaus, São Paulo hasta llegar a Río. Al principio fue difícil, como lo es para todos, pero trabajé y mejoré mi vida. Pude llevar a mis dos hijos conmigo”, dice la inmigrante, que vende un plato típico colombiano patacónpreparado con plátanos fritos.
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